No se por qué, pero quiere guardarse un trozo de vida. Quiere escribirlo, única forma que conoce de guardar las cosas de esta vida loca. Quiere detenerse en los instantes que siempre reclama. Quiere que lo escuchen. Pero, sin embargo, no puede encontrar a alguien que lo haga, es que nadie esta dispuesto a hacerlo. Quizás ese ego “academisista” que a veces infla impone barreras, quizás la mascara seria y cabizbaja sean los culpable de no poder encontrar a quien lo escuche. Va con el “garguero”, su pobre, demasiado lleno. No solo quiere decirlo, quiere que también le digan. Busca entre una pila de sus tantos libros desordenados algo que le consuele, una palabra, una frase que aplaquen el alma inquieta.
Frenar el tiempo para encontrar, en esos nimios espacios ese tiempo instantáneo, miradas que quedarán enterradas algunas, otras colgadas en ese museo de la memoria, en la casa de la cultura del recuerdo, en esa mente, en esa memoria largoplazistica.
Quiere seguir en sus sueños. Allí es más convincente que en la realidad, allí nadie se niega, ni siquiera a escucharlo, o a una cita, siempre van. No hay frenos. Y el tiempo es otro. Puede crearse su propio mundo y por milésimas de segundo encontrar a gente conocida algunos que se fueron y también los que están.
Quiere quedarse soñando cuando aún el sol se filtre entre las rejas, cuando vista a su hijo, cuando camine por la calle. Quiere refugiarse allí. Está indefenso ante el mundo. Busca respuesta a las preguntas ¿Seré de aquí? ¿Perteneceré a esto? O ¿Habré nacido equivocado?. Parece un hombre de otro lugar, el hombre de las flores, el platónico. El hombre que quiere escribir sus propias palabras, no las que otros dijeron, aunque se les parezca, esas palabras que al pronunciarlas le hicieran sentir la sensación que son solo del, que sean de creación propia y que produzcan una original sensación al ser expresadas por su único e irrepetible tono de voz.
El cree, y así lo siente, que cada uno es esa mágica combinación que jamás volverá a repetirse, y no importa quien sea, cuan entusiasmado o deprimido se sienta. Todo lo propio es algo único y especial, y que hay un mundo único para compartir.
Inmensa cantidad de combinaciones increíble sucedieron para que esta vida surgiera en este tiempo, en un espacio, en este lugar. Cuantas cosas pudimos haber sido y sin embargo somos lo que somos. Puedo elegir en que pensar, pero no puedo elegir con quien me encontrare en el mundo. Sabemos que podemos elegir nuestra forma de ser, tenemos esa capacidad al menos. Cada decisión que tomamos es una forma de ser que elegimos.
Quiere saber si sus decisiones son realmente suyas o si son puro calco o imitación de lo que otros hacen, o sumisión a lo que otros le han dicho que haga. Sabe que lo que cuenta al fin son la entrega personal, la libre elección y que en resumen las decisiones son los pulmones del alma.
Oldemar Chacòn
Villa Quebracho
10 de junio de 2010