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jueves, 4 de noviembre de 2010

Estadía en una biblioteca

Se había imaginado un mundo en cruz. Tendía habitualmente a   afirmar su teoría diciendo que todo es una eterna combinación. Es una cruz recostada, quizás. Pues una línea la marca la historia desde el big bang hasta el presente y desde allí, puntos que marca el futuro. Otra línea cae perpendicularmente desde lo más pequeño, un átomo quizás, hasta el infinito universo. No hay nada que quede fuera de eso. Lo que si existe son múltiples interpretaciones a través de símbolos creados por el hombre. Todas las cosas tienen al menos tres interpretaciones, con esfuerzo o sin, podemos hallarle alguna más.


El día me despierta, como en algunas otras oportunidades, no dejé que suene el despertador. No quiero que una máquina se interponga en mi destino para despertar. Trato de forjar a diario el mío propio. Apronté todas mis cosas y salí a encontrarme todavía con la mañana. Colgaba la mirada en la infinidad de átomos inconsecuentes, invisiblemente expuestos en el aire. Llevaba conmigo una mirada fija en un pequeño punto de ese universo, sin objetos al que mirar, sórdido, imperturbable ante la naturaleza pura, inerme y con una repentina e intangible chispa de luz de un astro rey reprimido ante desordenadas nubes. Anclé en una biblioteca polvorienta bajo una lúgubre cerrazón de títulos, agónicos, desmesuradamente callados. Allí encontré la eternidad de Benedetti hablándome a través de su inagotable mirada. Gesticula en una coma, intercede y cae sobre otro libro de su colección. Allí, espera entre otras celebres eternidades. Hojas desarregladas, pedazos de tapas invisibles, despojadas de sus más ínfimos adornos. Poemas, narraciones, perdidas en un espacio, sin su espacio. En una conciencia inconciente de pasos trastornados. Locos. Números de páginas sumados, restados y divididos. En una rayuela infinita, neruditica y cortazistica de adverbios, sonetos y de un cosmo redimido a un minúsculo conjunto de palabras, ideas. Montones de poetas y narradores se unen en un mundo insensible, frívolo y casi distante. De espaldas al lector perdido, desubicado, mirándole la espalda al intelecto rectanguloide. De varias caras y diferentes formatos. Con colores opacos, amarillos. Lectura de cabeza retorcida, en busca de títulos hasta que una palabra real, mundana nos devuelve a la realidad. - ¡Hola!. 

Oldemar Chacón        



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