Facebook

miércoles, 1 de febrero de 2012

Isabel Allende: “Al escribir, lo que quiero es conmover a la gente, emocionar, ganar un amigo”

La escritora chilena Isabel Allende llegó a Uruguay para promocionar su nueva novela: El cuaderno de Maya. Este nuevo proyecto literario surgió de la necesidad de la novelista de producir ficción para un público adolescente. Allende ha publicado una veintena de títulos, ha vendido más de 50 millones de copias en todo el mundo y sus textos han sido traducidos a más de 25 idiomas. En conversación con En Perspectiva, la chilena habló de la irregular relación que mantiene con su país. “Yo me siento profundamente chilena, a pesar de que cuando voy a Chile, a la semana ya me siento extranjera porque todo me empieza a dar rabia”, contó. A pesar de ello, enseguida confesó: “Después me da el impulso de volver corriendo”. Allende ha vivido, además de en Chile y en Estados Unidos (donde actualmente reside), en Líbano, Bélgica, Suiza, Venezuela, Bolivia, entre otros. “Tengo un pie en California y un pie en Chile y soy extranjera en todos lados”, sintetizó. En 2010 obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Chile. Al referirse a esta distinción, dijo que los que afirman que un best-seller escribe naturalmente mal subestiman a los lectores porque parten “de la base de que los lectores son tontos”. “Siento que la gente en Chile me dio el premio”, expresó.
Isabel Allende: “Al escribir, lo que quiero es conmover a la gente, emocionar, ganar un amigo”
página 1 de 5

(emitido a las 10.07 Hs.)

EMILIANO COTELO:
Dice que la literatura le dio una voz “que se va profundizando o afianzando con cada libro”. Y sostiene “con certeza” que su vida cambió con "La casa de los espíritus”, a tal punto que cree que sin aquel “éxito completamente milagroso nunca sería escritora”. Confiesa que antes de ese título se sentía “muy frustrada, atrapada en un destino mediocre”, pero “La casa de los espíritus” le dio la oportunidad de escribir y con cada libro encuentra “un universo nuevo”, un sitio donde se siente “cómoda”.

Así hablaba hace pocos años, en una entrevista, la escritora chilena Isabel Allende, nuestra invitada de esta mañana, que llegó ayer a Montevideo para presentar su nuevo libro: “El cuaderno de Maya”.

En 1982 publicó su primera gran novela, esa que recién mencionábamos, “La casa de los espíritus”. Desde entonces sus obras siempre alcanzan los primeros lugares de ventas; ha superado los 50 millones de ejemplares en total, y ha sido traducida a más de 25 idiomas.

Para hacer un poco más de memoria les recuerdo otros de sus títulos: “De amor y de sombra” (1984), “Eva Luna” (1987), “Paula” (1994), “Mi país inventado” (2003), “Inés del alma mía” (2006), y ahora llega “El cuaderno de Maya” (2011).

Con Isabel Allende vamos a tener mucho gusto de conversar En Perspectiva.

ROSARIO CASTELLANOS:
Empiezo con la pregunta sobre tus orígenes en la literatura, porque en la escritura los antecedentes van bastante más allá del año 1982, en la medida en que tú estabas dedicada al periodismo. Así que lo de escribir no fue una novedad. Sin embargo, lo de pasar de la realidad a la ficción en el año 1982 sí debe haberlo sido, y surge de una circunstancia muy particular: “La casa de los espíritus” comenzó siendo una carta a tu abuelo que estaba muy grave en Chile.

ISABEL ALLENDE:
Yo fui periodista hasta el golpe militar en 1973 en Chile. Era una periodista pésima pero muy contenta, y habría seguido siéndolo, creo. Pero después del golpe militar me fui de Chile y viví en Venezuela 13 años, donde no pude hacer periodismo. En 1981 recibimos una llamada telefónica de Chile porque mi abuelo se estaba muriendo.

Yo me había criado los primeros años de mi vida en la casa con mi abuelo, y lo adoraba. Entonces empecé una carta que yo sabía que era muy espiritual para decirle que se muriera tranquilo, que todo lo que él me había contado, todas las anécdotas familiares, toda nuestra trayectoria como tribu yo la recordaba. Y para probarlo, empecé a contándole la historia de Rosa, su primera novia, la tía abuela Rosa, que murió envenenada de una manera misteriosa.

Y apenas empecé a escribir se transformó en otra cosa. Yo ya sabía que no tenía cara de carta esto. Mi abuelo se murió, seguí escribiendo en la cocina del departamento en Caracas, y al cabo de un año tenía 500 páginas manchadas de café, de salsa de tomate, de lechuga, y no parecía una carta ya, era una especie de inmundo manuscrito, “La casa de los espíritus”.

RC - ¿Cómo luego ese manuscrito pasó a ser novela? ¿Cómo tuviste que moverte? ¿Quién te dio el espaldarazo, quien te dijo “esto es una novela, dejó de ser una carta”?

IA - Mi mamá. Mi mamá fue la única persona que lo leyó en ese momento, y me dijo: “Yo creo que esto es un libro, pero no estoy segura”. Después lo leyó mi marido, que es ingeniero, y se dio cuenta de que había personajes que pasaban 30 años y seguían teniendo la misma edad –yo soy muy mala para las matemáticas–, entonces él me acomodó las fechas, hizo una especie de cuadro con los personajes y las fechas.

Luego mi mamá me dijo: “¿Por qué le pusiste al villano el nombre de tu padre?”. Y quiso que cambiara el nombre. En aquella época se escribía en una maquinita portátil con papel carbón, había que ir página por página borrando con tipex el nombre y encontrar un nombre que tuviera el mismo número de letras, meter cada página en el rodillo y tipear el nombre. Así hice “La casa de los espíritus”.

RC - Aquel padre en principio un villano siempre suele ser una figura bastante desdibujada en tus novelas. Es decir, ya no un villano, pero un padre bastante ausente, que puede tener algo que ver con tu propia vida.

IA - Claro, no tengo padres en mis novelas, tengo sustitutos de padres, pero los padres están muertos o ausentes o son tan autoritarios que son figuras lejanas, remotas. Creo que tiene que ver con mi propia infancia, mi padre dejó a mi madre cuando yo tenía tres años y nunca más lo vi. Después cuando yo tenía 28 me tocó reconocer un cadáver en la morgue y resultó que era mi padre, pero no pude reconocerlo porque nunca había visto una foto siquiera. Algún día tendré que trabajar en terapia este asunto del padre.

EC - Algún día.

IA - Algún día, lo estoy dejando siempre para el futuro.

RC - De pronto lo has resuelto con las novelas. Otro punto que me parece interesante es que esta novela está escrita en una situación de exilio en Venezuela, pero que toda tu vida ha sido un viajar permanente. Tú naciste en Perú, y no es una casualidad, es casi como una marca de fábrica, siendo chilena naciste en Perú, y luego seguiste viajando. El tiempo que has pasado en Chile de pronto es menos que el que tienes fuera de tu país, pero una cantidad de tus novelas, si no la mayoría, vuelven permanentemente a Chile y a tus raíces. ¿Por qué?

IA - Los primeros años de la vida a uno lo marcan definitivamente, ahí es donde se establecen los demonios, las obsesiones, los recuerdos más importantes, lo que forma la personalidad. Yo me siento profundamente chilena, a pesar de que cuando voy a Chile, a la semana ya me siento extranjera, porque todo me empieza a dar rabia. Pero cuando escribo sobre Chile no tengo que investigar nada, lo tengo dentro, sé cómo huele Chile.

EC - Así que entonces, después de 15 días en Chile te sientes extranjera. Has dicho que directamente te da el impulso por salir corriendo.

IA - Sí, y después me da el impulso por volver corriendo también. Tengo un pie en California y un pie en Chile y soy extranjera en todos lados. Pero ya me acostumbré a esa sensación, que no es mala para un escritor o una escritora, porque uno ve las cosas con cierta distancia.

EC - Te sientes extranjera en cada lado. Porque además de esto que estábamos mencionando, además de esos lugares donde has vivido, que son una cantidad, tengo por acá la lista…

IA - Ni la leas, porque vamos estar el resto del programa leyendo nombres de países.

 EC - Perú, Bolivia, Líbano, Bélgica, Suiza, España, Venezuela, California, Estados Unidos, la relación con Chile… Y aparte, de un tiempo a esta parte están también los viajes, estos viajes.

IA - Claro, una parte es escribir el libro, que eso es lo mejor, lo más entretenido, lo más fácil. Y luego viene la promoción. Antes los escritores no tenían que hacerlo, pero ahora como todo es cosa de mercado los libros se venden como jabón, entonces hay que ir a cada parte. Mis libros se traducen a 30 lenguas, y cada editor quiere que tú vayas a hacer la promoción en su país. Paso arriba de los aviones, y eso que hago el 1 % de lo que me piden que haga.

EC - ¿Cuánto tiempo en el año lleva esta parte del trabajo de escritora?

IA - Meses, por lo menos cuatro meses.

RC - Volviendo al proceso de escritura, hay algo que me llamó poderosamente la atención y que tú has reiterado, y es que cada 8 de enero, a las ocho y media de la mañana, comienzas un libro. Nunca se me habría ocurrido que la inspiración podía tener fecha y hora, entonces me encantaría que me contaras con qué llegas al estudio, qué tienes en la cabeza al momento de iniciar ese 8 de enero otro libro. ¿Cómo es el proceso de formación?

IA - Primero tendría que explicarte que no llega la inspiración el 8 de enero; ojalá fuera así la cosa. Mi vida es muy complicada, entonces tengo que separar unos meses del año en que no viajo, no veo a nadie, no voy al cine, no hago más que escribir. Los separo en el calendario con mucha anticipación, eso me permite escribir, y eso empieza el 8 de enero, porque empecé “La casa de los espíritus” el 8 de enero y fue un libro afortunado, entonces por cábala lo repito.

EC - Así que los escritores también tienen cábalas, no les pasa solo a los futbolistas.

RC - No se salva nadie.

IA - Se terminó la Navidad, se terminó el Año Nuevo, los niños volvieron a clase, ya empieza el invierno también en Estados Unidos.

RC - ¿Dejaste de ser “el padrino”, como te llaman en la familia?

IA - No, sigo siendo el padrino. Para mí es muy importante tener ese día para comenzar. Claro, por supuesto, no estoy inspirada ese día, y el 7 de enero es un día terrible, porque me estoy preparando para el día siguiente. Pero si me siento a trabajar con paciencia y con humildad, a la larga sale.

EC - ¿Y cómo es ese proceso de creación? ¿Cuánto tiempo lleva escribir cada uno de tus libros?

IA - Años de investigación a veces, y por lo menos seis meses para hacer un primer manuscrito decente. Trabajo directamente en la pantalla y voy corrigiendo en la computadora, pero no sé de qué se trata el libro hasta que no lo imprimo. Cuando tengo escrita la historia la imprimo por primera vez, la leo en papel, y ahí me doy cuenta de todo lo que falta, lo que sobra, lo que hay que arreglar y de qué se trata.

RC - Por ejemplo, ¿trabajas con un guión?

IA - No.

RC - ¿La novela es en principio un esquema de situaciones, o es un personaje alrededor del cual se mueve el resto de la novela?

IA - Es una idea vaga. Por ejemplo, se me ocurre escribir la historia de Inés Suárez de la conquista de Chile; tengo una idea vaga del personaje, pero ya he investigado la época y el lugar a fondo, y la investigación te da mucho, te da la mitad del libro. Luego me siento a escribir sin saber quién ni cómo era Inés. Hasta que encuentro su voz pasan semanas. Pero una vez que la visualizo, que encuentro su voz, que sé su personalidad, ya empieza a galopar el libro a pesar de mí, y empiezan a pasar cosas que no tenía previstas.

RC - El caso de Inés es muy particular, porque tú te tomás de un personaje histórico, lo vinculas a una determinada época, o sea que ahí el estudiar la época, el sentirse parte de ella, parece más lógico para este proceso. Pero cuando aparece una Maya, como en tu última novela, que es absolutamente creada… ¿O no, o tiene algún arraigo en la realidad también esta chica, casi adolescente, que por momentos es un personaje durísimo, casi abyecto, porque ha pasado por absolutamente todos los vicios: alcoholismo, drogadicción, prostitución, delincuencia? ¿Cómo se crea ese personaje tan duro?, ¿a partir de qué realidad, tan diferente del proceso de Inés, por ejemplo?

IA - Ahí quería escribir una novela para mis nietos, porque cuando escribí “La isla bajo el mar”, que es la historia de una esclava en Haití hace 200 años, mis nietos, que son todos adolescentes, me preguntaron: “¿Cuándo vas a escribir algo que nos interese a nosotros?”. Entonces pensé escribir algo sobre jóvenes, y como estoy rodeada de adolescentes, de gente de esa misma edad, y los veo en un mundo tan lleno de tentaciones, donde les puede pasar cualquier cosa, la idea surgió de ellos, de verlos a ellos. No es porque ninguno haya pasado por las cosas que pasa Maya. Maya es un personaje duro, pero es una niña sentimental, sana, atlética, generosa, a la que se le desarma la familia en un momento y se pierde. Alcanza a estar en el infierno de las drogas y de la calle muy pocos meses, entonces la rehabilitación para ella es posible, la abuela la salva y la manda a Chiloé, en el sur del mundo.

Cuando empecé la novela, lo único que sabía era que mi protagonista era joven y tenía un poco la idea de darle una estructura de thriller, de novela policial, quería que hubiera un crimen, un poco para interesar a los nietos, que tuviera suspenso la cosa, que no fuera una novela psicológica.

RC - Yo decía que es una novela dura, pero lo planteas desde la salida. Maya comienza a contar su propia historia en su cuaderno cuando ya está en proceso de rehabilitación. De alguna forma dejas una puerta abierta, planteas aquel personaje, que es tan duro, en el momento en que comienza a salvarse. ¿Es expresamente eso, es una especie de mensaje de esperanza, que a pesar del infierno siempre hay una luz o una puerta que pueda abrirse? Si hubiera sido un diario no sé si llego a la mitad del libro.

IA - Nunca me planteo un mensaje, no es esa la idea. Creo que los libros que escribo son reflejo de lo que yo soy y cómo veo el mundo. Yo veo el mundo con optimismo, creo que la redención siempre es posible, y tengo una idea bastante alegre y optimista de la vida, a pesar de todas las cosas malas que pasan. No puedo pensar que una niña como Maya se vaya a hundir, tiene demasiadas cosas buenas como persona para salvarse. Yo ya la tenía salvada en mi cabeza desde el principio.

EC - Teniendo en cuenta que hay toda una experiencia familiar y del entorno a propósito de estas cuestiones, que ha jugado en la inspiración de esta novela, ¿por dónde te parece que pasa el combate al narcotráfico, que es todo un tema de debate en los últimos tiempos y en Uruguay en especial?

IA - Tendría que empezar por decirte que el asunto de las drogas está en la familia de mi marido. Yo me casé con un americano que ya tenía tres hijos, el menor tenía 10 y los otros ya eran mayores. El hijo mayor, que tiene ahora 47 años, ha pasado toda su vida metido en las drogas y no tiene vida. Esa es una vida destrozada. La hija murió a los 28 años, por drogas, y el hijo menor estuvo 10 años perdido en la heroína, y se salvó, fue posible rehabilitarlo, tiene una vida. La redención es posible. He visto las drogas desde el comienzo hasta la muerte y la posibilidad de salvarse.

Cuando escribí sobre este tema, lo conocía desde el punto de vista de la familia, de la intimidad, de haber visto las consecuencias. Y te diría que si estos niños en vez de haber sido drogadictos hubieran sido alcohólicos habrían vivido en la sociedad, habrían tenido unas vidas miserables seguramente pero no habrían estado presos, no habrían estado en contacto con el mundo del crimen, no habrían sido víctimas de las circunstancias como lo han sido. El alcoholismo es tan malo como las drogas. Y los muchachos están expuestos a ambas cosas, unos se hacen drogadictos y otros no, unos se hacen alcohólicos y otros no, los que tienen la tendencia a la adicción serán adictos de todas maneras.

Pero este asunto de las drogas no se puede combatir a balazos. No es un problema militar ni policial. Hay países quebrados por una economía paralela de las drogas. El crimen, los cárteles de las drogas, la venta de drogas en la calle, todo esto se podría evitar si la droga estuviera legalizada, se vendiera en las farmacias y estuviera controlada como está controlado el alcohol, si se pagaran unos impuestos altísimos y todos los billones que se gastan en balas se gastaran en educación pública, en salud pública, en deporte, música, arte para los muchachos, oportunidades de trabajo.

EC - ¿Tu posición es favorable a la legalización de todas las drogas? Porque acá, por ejemplo, cuando empieza esta polémica, el primer paso que se da es la legalización del cultivo de la marihuana para consumo personal. O eventualmente la legalización de la distribución de marihuana, pero no más que eso. ¿También legalizar la cocaína, la pasta base, que es un producto desastroso de la cocaína?

IA - Pero ¿por qué se llega a la pasta base? Porque hay gente que está chupando gasolina. Se llega a esos extremos porque no hay ninguna salida, porque está totalmente criminalizado el asunto. Las cárceles en Estados Unidos –que por lo demás son un negocio privado– están llenas de gente que está ahí por haber fumado marihuana o por droga. En cambio los que la distribuyen, los cárteles, esos siguen existiendo impunemente. Mientras exista la demanda existirá la oferta y habrá gente haciendo drogas en todas partes.

Pero si las drogas sanamente pudieran estar disponibles… No sanamente, sano no va a ser nunca, pero si fueran como el alcohol… Claro, uno se puede tomar una copa de vino y también te puedes tomar una botella de vodka, hay grados para todo, y también hay grados en que se puede combatir. Creo que esto tiene que enfrentarse de una manera completamente distinta de lo que se ha hecho. La guerra contra las drogas está perdida.

EC - ¿Ves viable que se llegue a esa legalización?

IA - ¿Quién le va a poner el cascabel al gato, con todos los intereses creados que hay?

***

RC - Quedé muy intrigada por saber cuál había sido la reacción de aquellos a quienes estaba dedicada la novela, porque supongo que la habrán leído tus nietos adolescentes.

IA - No, mis nietos no la han leído porque todavía no la han traducido al inglés, y estos son niñitos americanos que viven en Estados Unidos. Así que tengo que esperar un poco.

RC - Todavía te falta el feedback de lo que significó esta novela escrita para adolescentes, ¿o lo has tenido por otros lados?

IA - Sí, pero ya no me importa, como he tenido un buen feedback de otras partes no importan los chiquillos.

EC - Fueron un buen pretexto, en todo caso.

RC - Pero ¿te interesa que los “chiquillos”, como les llamas tú, lean? ¿Cómo ves la reacción de la gente más joven o de los adolescentes con la palabra escrita, con la literatura?

IA - Dicen que los jóvenes no leen, que los niños no leen, que es un problema. Sin embargo se publican y se venden más libros para niños y jóvenes hoy que nunca antes. Así que si sigue siendo un negocio y se sigue vendiendo es porque hay gente que lee. Hay que darles a leer lo que les interesa, tú ves niñitos de ocho años con un volumen de 600 páginas de Harry Potter; me da una rabia no haber escrito yo Harry Potter…

EC - Hablemos de los abuelos. ¿Por qué el rescate de esa abuela?, ¿por qué aparecen tan fuertes en el libro el papel y el amor de los abuelos?

IA - En muchos libros míos aparecen abuelos. Abuelas o abuelos o personajes que son sustitutos de abuelo o abuela, porque para mí fue muy importante criarme en la casa de mi abuelo cuando era chica. Me marcó la figura de mi abuelo. Y tal vez me habría encantado tener a mi abuela viva más tiempo, porque mi abuelo era muy severo, era un vasco muy severo, que fue el modelo para el personaje de Esteban Trueba en “El casa de los espíritus”. Me encantaría tener un abuelo como el de Maya, que es un gordo, grande, cariñoso, que la arropa, la mete en la cama, le cuenta cuentos. Ay, eso me habría fascinado.

RC - Es el personaje más tierno, más sentido de la novela, y su muerte derrumba a la protagonista.

IA - Claro.

EC - ¿De esa manera estás diciendo algo a propósito del funcionamiento de la familia en este siglo XXI?

IA - Es curioso, las familias se han desarmado, la familia como se entendía antes. Hoy día en Estados Unidos ya se sabe que muchos abuelos están criando a los hijos, porque hay una generación intermedia de gente que está perdida en la droga o en la delincuencia o sin trabajo, y los abuelos se encuentran criando niños chicos sin recursos.



Hace poco estuve en África, en uno de los proyectos que mi fundación ayuda. Es una comunidad que se llama Kibuzón, y ahí hay puras abuelas criando niños, y me tocó ver una cosa absolutamente increíble, que tú no me la vas a creer porque parece realismo mágico: una mujer de 80 años dándole de mamar a un recién nacido. Pensé que eso era completamente imposible, pero me dijeron que el amor puede hacer eso, que si tú tienes necesidad puedes darle de mamar a un niño a los 80 años. Es una cosa tan conmovedora que me dejó marcada.

EC - Se nota ahora mismo.

IA - Cuando pienso en eso se me llenan los ojos de lágrimas. Pienso que ese amor de los abuelos, ese amor de los viejos por los jóvenes, es muy importante, marca la psiquis del niño y también te permite a ti dar amor incondicional. El amor de los padres está condicionado por el hecho de que uno los tiene que criar, los tiene que formar, pero el amor de los abuelos es puro cariño.

RC - Y disfrute.

IA - Disfrute a veces no, a veces me dan ganas de matarlos, pero cariño.

***

EC - Veamos algunas de las preguntas de los oyentes. Por ejemplo, una de las primeras preguntas que llegaron a propósito de tu afirmación de que antes de dedicarte profesionalmente a la literatura eras una “pésima periodista”. ¿Por qué pésima?

IA - Porque no podía ser objetiva, porque mentía todo el tiempo, y si acaso no tenía una historia, la inventaba.

EC - Eso es un peligro.

IA - Ustedes hacen lo mismo.

EC - No.

IA - No los pillan, no los pescan, pero también. La directora de la revista, Paula, decía que me mandaba a hacer una entrevista y yo no iba, me quedaba en la casa y hacía la entrevista yo sola, me contestaba yo sola. Es un poco exagerado.

EC - Hemos tenido casos de esos, algunos muy sonados hace relativamente poco, en Estados Unidos, en Europa.

Más preguntas. Dice Melba: “Leo mucho a Isabel, ya leí ‘El cuaderno de Maya’, pero me encantó ‘La isla de la fortuna’”.

Después hay quienes quieren escribirte una carta. ¿Es posible? Dice una oyente que tiene una carta para escribirte, no tan larga como “La casa de los espíritus”.

IA - Si ponés mi nombre en Google lo primero que sale es la página web, y ahí pueden escribir.

***

RC - Es impresionante el número de ejemplares de tus novelas que se han desparramado en el mundo y la cantidad de idiomas a los cuales han sido traducidas. Pero la crítica especializada no muchas veces te ha sido favorable. En algunos casos, sobre todo el crítico literario, te ha caído bastante. ¿Cómo te llevás con esa crítica?, ¿cuánto te duele o no que se haga ese tipo de comentarios, de “escribidora” o de escritora comercial?

IA - Cuando tú haces cualquier cosa pública te expones a la crítica negativa, al halago, a diferentes reacciones. Uno tiene que inmunizarse contra eso, de la misma manera que no me deprime una crítica mala, no se me van los humos a la cabeza con una crítica buena. Las peores críticas siempre salen en Chile, porque nadie es profeta en su tierra, y porque en Chile se supone que la crítica siempre tiene que tirarte a partir, no solo a mí, a cualquiera.

RC - Pero obtuviste allí el Premio Nacional de Literatura el año pasado.

IA - Sí, me habían postulado varias veces y se suponía que nunca me lo iban a dar porque vendo muchos libros, y se supone que si tú eres un best-seller tu literatura tiene que ser naturalmente mala. Lo cual es una subestimación del lector; es partir de la base de que los lectores son tontos. Esta vez el premio lo consiguieron los lectores, porque ahora hay la tecnología del Facebook, del blog, del Twitter, todo, y empezó la presión, hasta el punto que hubo periodistas que salieron a la calle a preguntarle a la gente qué pensaba de darme el Premio de Literatura a mí, como si fuera un candidato presidencial, más o menos. La gente opinaba en la calle. Eso fue una gran cosa, yo siento que la gente en Chile me lo dio el premio.

RC - En el momento de escribir tú pensás no en la crítica sino en la gente.

IA - No, yo pienso en montar una historia y pienso que se la cuento a alguien, pero no pienso en los números.

RC - ¿Qué te satisface más, el premio o el arraigo de un texto tuyo en el público?

IA - Yo lo que quiero es conmover a la gente, emocionar a la gente, ganar un amigo. “Uno escribe para que lo quieran”, decía García Márquez.

EC - Dice Helena, de la audiencia: “He leído muchos de los libros de Isabel Allende, pero me han conmovido de una forma impresionante ‘La casa de los espíritus’ y ‘La isla bajo el mar’. Felicitaciones”.

A propósito, ¿qué sentiste, una vez publicada ‘La isla bajo el mar’, cuando se produjo el terremoto en Haití?

IA - Fue muy raro, porque primero salió el libro en español, y cuando salió la traducción al inglés, en esos días, en esa semana, se produjo el terremoto en Haití. Parecía una coincidencia de muy mal gusto casi para mí, como si yo hubiera aprovechado la circunstancia. Fue una casualidad, imagínate el libro ya estaba escrito hacía años. Pero mi fundación hace trabajo en Haití, así que conozco muy bien la pobreza y el horror que eso fue.

Haití es un país muy interesante. En la época en que está situada la novela era la colonia francesa más rica del mundo, un tercio del ingreso de Francia salía de Haití. Y hoy día es el segundo país más pobre del mundo.

EC - La Fundación Isabel Allende surgió en 1996 en homenaje a tu hija, Paula Frías, que falleció a los 28 años víctima de una enfermedad que probablemente muchos no conocen, la porfiria. ¿Qué objetivos persigue? ¿Qué hace esta fundación?

IA - Sería un poco largo de explicar. Primero, la fundación se alimenta con mis ingresos, una parte fundamental de mis ingresos va a parar a la fundación. El dinero ha sido bien invertido, tenemos fondos, y hacemos trabajos con los más pobres de los pobres entre las mujeres en diferentes países del mundo, en las áreas de educación, protección y salud.

Por ejemplo, rescatamos niñitas que son vendidas como empleadas domésticas en Nepal; entramos a los prostíbulos a sacar niñitas que han sido vendidas en los prostíbulos en la India; hacemos trabajo con gente que es víctima del sida o de la violencia familiar; hacemos programas de anticonceptivos en algunas partes, muchos programas con adolescentes, con educación.

EC - ¿Por qué el instrumento fue este, una fundación? ¿Por qué a partir del fallecimiento de Paula la decisión fue crear una institución de este tipo?

 IA - Porque después de que murió Paula escribí un libro que se llama “Paula”, que escribí casi como una catarsis, como una terapia, y una vez que lo terminé, que no tenía intención de publicarlo al principio, lo leyó mi agente, lo leyó la familia, lo leyó el marido de Paula, el viudo, y todos dijeron que tenía que publicarse. Entonces se publicó el libro y es uno de mis libros que han tenido más éxito, te diría que el 60% de la correspondencia que me llega es de gente que ha leído “Paula” y por eso me escribe.

Entonces pensé que todo el dinero que entrara por ese libro no era mío, no me pertenecía, y lo puse en una cuenta separada pensando qué iba a hacer con eso. Y en un viaje a la India, alguien, una mujer muy pobre, me ofreció un bebé recién nacido. Era imposible llevarse el niño, pero el chofer con que yo iba me lo quitó de los brazos y se lo devolvió a la madre, y yo estaba tan confundida que no supe qué estaba pasando. Y le dije al chofer en ese momento: “¿Por qué me regaló la guagua?”, y me dijo: “Era una niña, ¿quién quiere una niña?”. Ese fue el momento en que decidí que esos fondos iban a ir a una fundación para ayudar a las mujeres.

***

RC - Con esta última declaración apareció otra veta de Isabel Allende que se ha remarcado mucho, que es tu condición de feminista. ¿Te consideras así?

IA - Por supuesto, y cualquier mujer inteligente, cualquier mujer joven, tiene que ser feminista, lo que pasa es que la palabra está desprestigiada y nadie quiere llamarse feminista, porque se supone que eres una lesbiana peluda. Eso lo consiguieron los hombres, desprestigiarnos hasta ese punto. Pero los postulados del feminismo, por los cuales lucharon nuestras abuelas, nuestras madres, nosotros, de los que las niñas de hoy se benefician y no renunciarían a ninguno, siguen estando vigentes y se pueden perder en cualquier momento. Si no quieren llamarse feministas, llámense como quieran, pero el trabajo hay que hacerlo.

RC - Porque todavía hay mucha cosa pendiente.

IA - Por Dios, todavía. Vivimos en un patriarcado, hay que desmoronar el patriarcado primero.

EC - Vuelvo a la audiencia para elegir un último mensaje, el de una oyente, evidentemente lectora de Isabel Allende, muy agradecida, muy emocionada, que cuenta: “Ayer Isabel me firmó mi ejemplar de su primer libro, una reliquia familiar del año 1984. Volví muy contenta a mi casa en Maldonado, sumamente agradecida”.

IA - Me acuerdo del libro. Era un libro que ya estaba tan sobado, tan leído. Esos son los libros que amo, porque quiere decir que alguien los ha leído más de una vez.

EC - O lo prestó y lo leyeron varios.

IA – Es muy lindo eso.

***

Transcripción: María Lila Ltaif

Materiales relacionados:
Conferencia de Isabel Allende en Montevideo, el 22 de agosto

No hay comentarios:

Publicar un comentario