Me quedan aun doce horas para
pasar la edad de Cristo y uno balancea tanta vida. La cabeza hace balances de estos casi 34 años de vida y
piensa como lo hace desde largo tiempo a esta parte. No quisiera entrar a
compararme con Jesús, porque las comparaciones son odiosas y cuan pedantesca
puede llegar a ser oída. Ni hablar de que hubo un hombre que llegó a los 33 y le
bastó para ser recordado más de 2000 años después.
La vida es para los valientes
dijo Aquiles al niño que cuestionó su ida a la guerra respondiendo: “por eso no
van a recordar tu nombre”. No sé si quiero que me recuerden solo quiero ser
como soy. Trato a diario de ser diferente y el niño que me acompaña me lo
recuerda.
He decidido no compartir cosas de
mi vida muy seguida, por el simple sabor de disfrutarla un poco más. Sin pensar
en el que dirán. Mi mejor terapia fue aislarme de tanta impudicia. Ni siquiera
quiero escribir hoy. Pero un cumpleaños nuevo me esfuerza, me obliga a pensar más
que de costumbre y la mejor terapia que he encontrado para calmar el pensar es
ESCRIBIR. Pasión que me acompaña hace 21 años cuando comencé a leer aquellos
literatos que marcaban tendencia en el mundo moderno y posmoderno. Varios cuadernos
apilados yacen en la vieja Suit aun esperando que les de otra vida.
Escribir es un acto egoísta.
Publicarlo también. Hay tantos caminos y senderos por los cuales me ha llevado
la vida que no se si hemos elegido los correctos, ni si las decisiones han sido
acertadas pero aquí estoy, como gerente general de mi única oportunidad en el
mundo, creo. Surcando este mundo agitado, convulsionado, pero lleno de mitos si
lo construimos desde nuestra imaginación, dejando de lado todo lo que quieren
que pensemos y desestructurándonos de la mundanería chabacana del chusmerío, la
envidia y de las habladurías de los demás, HAY OTRO MUNDO POSIBLE.
Otro mundo posible que no sea
solamente negro y blanco, allí donde los matices son insondablemente ricos,
sabrosos, místicos y hasta energéticos. Allí donde debería haber llegado mucho
antes, pero también son productos pura y exclusivamente de mi madre, de los
abuelos, y hasta de la bisabuela. Conocer ese mundo escondido fue capaz gracias
a ellos porque lo popular se transformó en leyenda.
¿Qué tiene de interesante esta
vida?, haber conocido a tanta gente, haber charlado con tantos veteranos que
hoy ya se han ido, que tuvieron su única posibilidad de ser escuchados y
gracias a Dios gravados, esos son los encuentros míticos a los que me refiero. Fui
Indiana Jones, ladrón de aventuras inauditas exquisitas, emotivas, sensibles y allí
estuve con mis sentidos registrando momentos, vidas, lagrimas, miradas de
personas que no pasaron a la gran historia y hasta han sido olvidados en un
cementerio.
También tengo cierta tendencia al
olvido y como todo, también lo hemos olvidado y es bueno saberlo para
recordarlo, porque en definitiva somos recuerdo, somos historia y ni siquiera
somos presente, porque cada decisión que tomamos está condicionada en nuestro
pensamiento por la historia. El presente es un mero instante que buscamos eternizar
con acciones, pensamientos, palabras. Todo esto lo tomamos prestado por un rato
de esta civilización incivilizada. Todo es paradójico como las palabras mismas,
parece que la palabra fue inventada para mantener la mente ocupada, que sería
del mundo sin palabras!!!.
Hay tanto inconsciente por
descorchar, tantas vidas en nuestra propia vida, porque al final ¿qué somos?. Somos las negaciones y las afirmaciones de otro
que está ahí. “Yo no quiero ser como este”, “me gustaría ser como este”, “le
robaría la forma de ser a tal otro”. Nuestra personalidad es la construcción nuestra,
pero robando elementos de los otros. Ese es el puro dialogo inconsciente de
nuestro ser dualista.
Todo es negación, resistencia y/o
aceptación, y búsqueda. La combinación dialéctica y la silenciosa mayéutica de
un ser capaz de volar e imaginar el espectáculo universal más maravilloso, pero
aprisionado detrás de un innumerable cantidad de barrotes y obstáculos capaces
de negar su propia existencia. Dejarse llevar por el viento eclesiástico, intelectual
y científico de un mundo sencillo que cada vez más, nos necesita en su
salvación.
La vida en su inimaginable
multiverso navega en este barco del destino. Recuerda su historia y devela los
misterios de la historia de la humanidad completa para tener conocimiento de
aquella sabiduría que algún día se perdió en los detritos posmodernos o quizás ante
la inminencia de algún impacto macroscópico.
Contar la vida cerca de los 34,
dejaría, quizás, de ser importante, si la vida misma hubiese sido sin edad sin
el círculo romántico, eclesiástico y hasta intelectual de la construcción de un
tiempo mundano y relativo tal cual lo concibiera Einstein. Quizás el tiempo es
solo construcción colectiva y somos porque somos, sin intermitencia, un
presente continuo transformado en eterno por la memoria que todo quiere
momificarlo, temporalizarlo y ordenarlo para luego desordenarlo y hasta volver
a olvidarlo.
Silenciar el pensar, a los casi
34, es imposible cuando hay tanta historia por contar en esa memoria ruidosa. Memoria
capaz de recordar en aquella niñez los primeros cuestionamientos científicos.
La intrepidez de algún alocado juego, la consternación de alguna muerte, la
magia de algún anciano que te quitó alguna verruga, te venció por algún empacho
o gualicho, o te operó usando técnicas irracionales, los relatos de la
bisabuela, un gol en el último minuto, los juegos de la infancia, una caída en
la bicicleta, los muchos premios de un exitismo irreal, los amigos seudo
intelectuales y las locuras y paranoias mundanas detrás de un buen vino yacen
debajo de nuestra seriedad camuflada con la que salimos al mundo.
Son quizá los disfraces de un escapado
del manicomio inexistente del interior rurbano, que jamás creyó en las sabidurías
de los capitalinos e intentó demostrar con sencillez y humildad que todo lo que
se logra con esfuerzo, dedicación y con humildad no precisa ser reconocido por
nadie y que es necesario saberlo hacer y disfrutarlo porque ese es el verdadero
éxito, EL DISFRUTE. Hemos aprendido que
los errores no existen, son como dios si no está presente la verdad también puede
faltar.
Hemos aprendido y desaprendido,
eso nos marca la pauta de que el analfabetismo es una cuestión humana eterna y
nos obliga a saber apenas algo más. Ser sabio no significa saberlo todo sino
haber aprendido algo. Esta vida a los 34, a pesar de que varias docenas de cartones
digan lo contrario, seguirá siendo un analfabeto, buscando seguir aprendiendo
algo en este laberíntico camino hacia la sabiduría. SALUD ¾.
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